En los tiempos de la ley SOPA y TPP puede
ser natural que personas y empresas recurran a otras fuentes para
conseguir soluciones que requieran sin tener que correr el riesgo de ser
fiscalizados o, peor aún, asumir ser culpables de violaciones a la
propiedad intelectual sin derecho a defendernos.
Si usted es una de esas personas que simplemente quiere tener un software gratis probablemente una solución de software libre puede ser adecuada para usted
o su empresa pero realmente el software libre es mucho más que eso.
Existen cuatro libertades que acompañan el licenciamiento de software libre normalmente:
• la libertad de usar el programa, con cualquier propósito.
• la libertad de estudiar cómo funciona el programa y modificarlo, adaptándolo a tus necesidades.
• la libertad de distribuir copias del programa, con lo cual puedes ayudar a tu prójimo.
• la libertad de mejorar el programa y hacer públicas esas mejoras a
los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie.
La aplicación de
estas libertades redunda en la verdadera gran ventaja del software libre
sobre el software propietario. Es el usuario final o empresa usuaria quien tiene el derecho de tomar las decisiones sobre el producto
sin intervención ni permiso de ningún otro tercero. ¿Se imagina que
usted o su empresa es usuaria de SAP o de Microsoft Windows y que decide
mejorarlo, agregarle algunas funciones y luego copiarlo y regalarlo
para que sea usado por alguna otra empresa suya?
Lo que en el mundo del software propietario es un crimen, en el software libre es un derecho.
Aunque el argumento de que el software libre es gratis no es
realmente la más importante de sus características, sí ha sido el foco
de críticas por parte de las empresas de software propietario tratando
de convencer que esto es un mito, dentro de sus campañas “FUD” porque existen costos escondidos.
Si bien es cierto que el costo de licenciamiento es sólo uno de los costos que hay que considerar
al instalar un nuevo software en una empresa, los otros elementos de
costo son necesarios para cualquier producto sea propietario o libre.
Por ejemplo los costos de capacitación son mayores si usted nunca ha usado un producto
y tiene que empezar a usarlo en forma productiva de la noche a la
mañana.
Entonces una solución de ofimática libre como Libre Office no
tiene un costo escondido por ser libre sino porque es un producto
distinto a Windows Office. Sin embargo, es un costo similar al
actualizar una nueva versión de Windows Office o para capacitar a los
usuarios en Windows 8 con su interfase completamente diferente a Windows
7.
Si los costos adicionales al licenciamiento son semejantes y el costo
de licenciamiento es inexistente, aún en este ámbito muy restringido de
costos totales de propiedad de un software, el software libre tiene una clara ventaja.
Si piensa que no existe un software libre para su necesidad específica, le sugiero visitar uno de los sitios donde
se listan todas las soluciones libres disponibles y qué software
propietario reemplaza. La próxima vez que requiera algún software, no
baje una copia pirata de ningún software propietario, no sólo puede ser
un delito sino absolutamente innecesario.
Tecnologías de Información abiertas y libres, su impacto en las personas y en las empresas
jueves, junio 21, 2012
martes, junio 05, 2012
Culpables hasta que demostremos nuestra inocencia
Una columna vertebral en la totalidad de los estados de derecho de
nuestra civilización, es la presunción de inocencia hasta que se
demuestre culpabilidad. ¿Se imagina usted por Paseo Ahumada en el
momento de un “lanzaso” que un carabinero lo detenga, lo lleve a una
comisaría y le diga“usted es culpable hasta que me demuestre mas allá de
toda duda que no lo es”?
Esto es lo que está a punto de suceder si algunas de las múltiples nuevas iniciativas de protección de la propiedad intelectual sean probadas en los próximos pocos meses. La pospuesta ley ACTA en Estados Unidos y los tratados multilaterales SOPA y TPP, al cual Chile se está adhiriendo, son el esfuerzo más reciente de algunas grandes empresas para limitar los derechos de todos los ciudadanos para favorecer sus derechos.
Aunque existe la tentación de sacudir los hombros y decir que nada de eso nos va a afectar, si alguno de estos intentos de limitar nuestros derechos ve la luz, tendrá profundo impacto en nuestras vidas.
Baste recordar el famoso caso Betamax, la industria del espectáculo de Hollywood intentó prohibir la producción y venta de videograbadoras, en un veredicto emblemático, la corte suprema de los Estados Unidos determinó que las videograbadoras solo hacían “uso justo” de la emisión legal de contenido. Esto permitió que un espectador que no pudiera ver un programa por estar fuera de casa lo pudiera grabar y, por extensión, poder grabar música de la radio que luego pudiera oírse haciendo uso del contenido sin ningún ánimo comercial. Si existiera algún uso que estuviera por fuera del dictamen de “uso justo”, el agraviado podría recurrir a los tribunales y presentar su caso, es decir, habría que probar culpabilidad.
Bueno, la industria del espectáculo, junto con grandes empresas de la industria del “software” propietario y otros interesados vuelven 30 años después a intentar parar el uso justo de contenido. Pero no quieren ser criticados por tímidos, esta vez quieren que se aplique presunción de culpabilidad para que no se pierda tiempo en tribunales y, aprovechando la oportunidad, no parar en la aplicación del concepto en los Estados Unidos sino en todos aquellos países que, queriendo aprovechar las ventajas de tratados multilaterales, “la zanahoria”, se comprometan a hacer cumplir la misma limitación de nuestros derechos, “garrote”.
En ese escenario un caso como el de la demanda de SCO contra Linux en el 2003 por plagiar contenido de programas fuentes y distribuirlo a través de Internet hubiera resultado en el cierre de todos los sitios que distribuyeran Linux, el pago de licencias a SCO por parte de todos los usuarios que lo hubieran bajado “ilegalmente” y la activación de demandas similares contra múltiples soluciones libres por parte de la industria de software propietario. No importa que en todas las instancias judiciales SCO haya perdido su litigio, el daño causado durante 10 años habría sido irreparable y hoy Linux se mantendría arrinconado.
La próxima vez usted que quiera bajar una imagen de la sirenita o algún súper héroe de la Internet para copiarlo en el pastel de cumpleaños de su hijo (a) piense si usted también puede perder sus derechos y si lo va a permitir sin hacerse oír.
Esto es lo que está a punto de suceder si algunas de las múltiples nuevas iniciativas de protección de la propiedad intelectual sean probadas en los próximos pocos meses. La pospuesta ley ACTA en Estados Unidos y los tratados multilaterales SOPA y TPP, al cual Chile se está adhiriendo, son el esfuerzo más reciente de algunas grandes empresas para limitar los derechos de todos los ciudadanos para favorecer sus derechos.
Aunque existe la tentación de sacudir los hombros y decir que nada de eso nos va a afectar, si alguno de estos intentos de limitar nuestros derechos ve la luz, tendrá profundo impacto en nuestras vidas.
Baste recordar el famoso caso Betamax, la industria del espectáculo de Hollywood intentó prohibir la producción y venta de videograbadoras, en un veredicto emblemático, la corte suprema de los Estados Unidos determinó que las videograbadoras solo hacían “uso justo” de la emisión legal de contenido. Esto permitió que un espectador que no pudiera ver un programa por estar fuera de casa lo pudiera grabar y, por extensión, poder grabar música de la radio que luego pudiera oírse haciendo uso del contenido sin ningún ánimo comercial. Si existiera algún uso que estuviera por fuera del dictamen de “uso justo”, el agraviado podría recurrir a los tribunales y presentar su caso, es decir, habría que probar culpabilidad.
Bueno, la industria del espectáculo, junto con grandes empresas de la industria del “software” propietario y otros interesados vuelven 30 años después a intentar parar el uso justo de contenido. Pero no quieren ser criticados por tímidos, esta vez quieren que se aplique presunción de culpabilidad para que no se pierda tiempo en tribunales y, aprovechando la oportunidad, no parar en la aplicación del concepto en los Estados Unidos sino en todos aquellos países que, queriendo aprovechar las ventajas de tratados multilaterales, “la zanahoria”, se comprometan a hacer cumplir la misma limitación de nuestros derechos, “garrote”.
En ese escenario un caso como el de la demanda de SCO contra Linux en el 2003 por plagiar contenido de programas fuentes y distribuirlo a través de Internet hubiera resultado en el cierre de todos los sitios que distribuyeran Linux, el pago de licencias a SCO por parte de todos los usuarios que lo hubieran bajado “ilegalmente” y la activación de demandas similares contra múltiples soluciones libres por parte de la industria de software propietario. No importa que en todas las instancias judiciales SCO haya perdido su litigio, el daño causado durante 10 años habría sido irreparable y hoy Linux se mantendría arrinconado.
La próxima vez usted que quiera bajar una imagen de la sirenita o algún súper héroe de la Internet para copiarlo en el pastel de cumpleaños de su hijo (a) piense si usted también puede perder sus derechos y si lo va a permitir sin hacerse oír.
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