Una columna vertebral en la totalidad de los estados de derecho de
nuestra civilización, es la presunción de inocencia hasta que se
demuestre culpabilidad. ¿Se imagina usted por Paseo Ahumada en el
momento de un “lanzaso” que un carabinero lo detenga, lo lleve a una
comisaría y le diga“usted es culpable hasta que me demuestre mas allá de
toda duda que no lo es”?
Esto es lo que está a punto de suceder si algunas de las múltiples
nuevas iniciativas de protección de la propiedad intelectual sean
probadas en los próximos pocos meses. La pospuesta ley ACTA en Estados Unidos y los tratados multilaterales SOPA y TPP,
al cual Chile se está adhiriendo, son el esfuerzo más reciente de
algunas grandes empresas para limitar los derechos de todos los
ciudadanos para favorecer sus derechos.
Aunque existe la tentación de sacudir los hombros y decir que nada de eso nos
va a afectar, si alguno de estos intentos de limitar nuestros derechos
ve la luz, tendrá profundo impacto en nuestras vidas.
Baste recordar el famoso caso Betamax,
la industria del espectáculo de Hollywood intentó prohibir la
producción y venta de videograbadoras, en un veredicto emblemático, la
corte suprema de los Estados Unidos determinó que las videograbadoras
solo hacían “uso justo” de
la emisión legal de contenido. Esto permitió que un espectador que no
pudiera ver un programa por estar fuera de casa lo pudiera grabar y, por
extensión, poder grabar música de la radio que luego pudiera oírse
haciendo uso del contenido sin ningún ánimo comercial. Si existiera
algún uso que estuviera por fuera del dictamen de “uso justo”, el
agraviado podría recurrir a los tribunales y presentar su caso, es
decir, habría que probar culpabilidad.
Bueno, la industria del espectáculo, junto con grandes empresas de la
industria del “software” propietario y otros interesados vuelven 30
años después a intentar parar el uso justo de contenido. Pero no quieren
ser criticados por tímidos, esta vez quieren que se aplique presunción
de culpabilidad para que no se pierda tiempo en tribunales y,
aprovechando la oportunidad, no parar en la aplicación del concepto en
los Estados Unidos sino en todos aquellos países que, queriendo
aprovechar las ventajas de tratados multilaterales, “la zanahoria”, se
comprometan a hacer cumplir la misma limitación de nuestros derechos,
“garrote”.
En ese escenario un caso como el de la demanda de SCO contra Linux en
el 2003 por plagiar contenido de programas fuentes y distribuirlo a
través de Internet hubiera resultado en el cierre de todos los sitios
que distribuyeran Linux, el pago de licencias a SCO por parte de todos
los usuarios que lo hubieran bajado “ilegalmente” y la activación de
demandas similares contra múltiples soluciones libres por parte de la
industria de software propietario. No importa que en todas las
instancias judiciales SCO haya perdido su litigio, el daño causado
durante 10 años habría sido irreparable y hoy Linux se mantendría
arrinconado.
La próxima vez usted que quiera bajar una imagen de la sirenita o
algún súper héroe de la Internet para copiarlo en el pastel de
cumpleaños de su hijo (a) piense si usted también puede perder sus
derechos y si lo va a permitir sin hacerse oír.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario